El consumo de productos azucarados se dispara y los científicos ya hablan de adicción. En España crece la ingesta, aunque menos que en otros países.
“Hace dos años comprendí que tenía un problema, así que dejé de comer gominolas. Antes de eso las tomaba prácticamente a diario. Por mucho que comiese, si no tomaba alguna gominola, no me sentía satisfecha. Si no tenía en casa, bajaba a por ellas. No importa que me diese pereza o fuese tarde o lloviese: iba como quien tiene que bajar a por tabaco. Las necesitaba. Cambiaba mi itinerario si iba algún sitio para pasar por enfrente de una tienda de dulces; si iba al cine, la película me daba igual, sólo pensaba en las gominolas que podía comer mientras durase la sesión. No era normal”.
Paula es el nombre ficticio que esta joven de 30 años ha elegido. Prefiere no dar la cara. “Me da vergüenza. Cuando cuento esto, la gente se ríe, se lo toma a broma. Y yo soy consciente de que no es algo grave. O al menos muy grave. No me comparo ni mucho menos con alguien que tiene problemas con las drogas. Pero sí digo que es un problema y que casi nadie lo entiende”.
Para la comunidad científica española Paula tiene dependencia del azúcar, pero en ningún caso admiten hablar de adicción como sí hacen sin embargo algunos científicos estadounidenses. Carmen Gómez Candela, jefe de la Unidad de Nutrición Clínica de Hospital La Paz de Madrid, es clara: “El término adicción, en su acepción científica, no se puede usar para la comida”. En España, los datos de consumo de azúcar son menores que en países como Estados Unidos. Gómez Candela hace alusión a cifras como las publicadas en el Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular en España (ENRICA) realizado en el año 2011 por la Universidad Autónoma de Madrid y encargado por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), desde donde confirman los datos a El País: los españoles consumen, de media, 36,6 kilos de azúcar al año y las españolas, 30 kilos. Esto significa que el azúcar supone un 16% de la energía diaria obtenida por los hombres y un 18,8% por las mujeres. Es algo más de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que aconsejaque la ingesta calórica proveniente del azúcar oscile entre el 5% y el 10%, pero menos que lo consumido por británicos y estadounidenses.
Para Robert H. Lusting, Laura A. Schmidt y Claire D. Brindis, todos ellos investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), la conclusión es otra: Paula es una adicta. Una adicta al azúcar. Estos tres científicos publicaron en febrero de 2012 un artículo en la revista Nature en el que afirman que existe la adicción al azúcar. Y que tiene consecuencias para la salud graves, como obesidad o diabetes. El artículo tuvo repercusión científica y mediática. En Estados Unidos sacó a muchos supuestos adictos del armario. Allí se dieron a conocer como sugarcoholics, algo así como ‘azucarcólicos’. Una ciudadana de San Francisco llamada Amy llegó a crear un blog llamado Diario de una sugarcoholic en el que se confesaba: “Siempre me negué a mí misma que era una adicta. Es una palabra demasiado fuerte”, contaba Amy en su blog. “Me mentí durante muchos años, haciéndome creer que no necesitaba azúcar, que no era ningún problema. Hasta que comprendí que no podía controlarme si probaba algo dulce. Si daba un mordisco, entonces necesitaba más de una forma incontrolable”.
Gary Taubes es especialista en nutrición y autor, entre otros textos, del libro Buenas calorías, malas calorías, en el que señala el azúcar como la causa número uno de la obesidad, muy por delante de las grasas. Taubes atiende a El País para afirmar que, en su opinión, “claramente, existen personas adictas al azúcar”. Y añade: “Está claro que hay algo en el azúcar que nos hace sobreconsumirla y necesitarla. No de la misma manera que un adicto al tabaco necesita cigarrillos, pero desde luego sí de una forma que va más allá de que, simplemente, nos gusta o sabe bien”.
En España el escenario es otro. “El término adicción, en su acepción científica, no se puede usar para la comida. Ser adicto a una sustancia es no poder vivir sin ella: si falta, hay consecuencias negativas para la salud. Esto no ocurre con ningún alimento, tampoco con el azúcar”. “Existen pruebas con ratones en laboratorio a los que se les ofrecía cocaína y azúcar. Al cabo de unas semanas, los ratones preferían siempre el azúcar a la cocaína. Esto es representativo, aunque el modelo experimental animal tiene muchísimas limitaciones y no se puede extrapolar a los humanos a la ligera”. Revenga opta por un término a medio camino: “Existen personas que padecen una dependencia del azúcar. La ingesta de azúcar ha sido tan elevada durante sus vidas que ahora no se sienten satisfechas si no consumen”.
El azúcar, tal y como la consumimos en la actualidad, no existe en la naturaleza. La miel podría ser lo más aproximado a un bollo industrial, una gominola o un refresco. Pero ni siquiera. La cantidad de azúcar que se consume en la naturaleza está a años luz de la que consumimos los humanos.
¿Comes porque tienes hambre, o por alguna otra razón? Descubre qué es el Hambre Emocional
¿Quieres participar de la próxima charla en vivo y GRATIS? ¡Apúntate!
Escríbenos y apúntate a la siguiente charla, por internet y totalmente gratuita