Imagínate que llevas varios días trabajando en un informe que tu jefe te ha pedido, y al entregárselo, en vez de recibir las felicitaciones que crees que mereces, te encuentras con críticas y claros gestos de desaprobación. ¿Cómo crees que reaccionarías? ¿Serías capaz de controlarte para que él no pueda advertir lo que estás sintiendo?
Y si tuvieras que mantener una conversación muy importante con tu pareja, ¿serías capaz de detectar si está siendo honesta contigo, o si por el contrario te miente? ¿Podrías asegurar que eres capaz de detectar en la cara de un vecino o compañero de trabajo si su amistad es sincera, o si esconde otros sentimientos hacia ti? En este artículo te daremos un resumen de las bases científicas asociadas a las emociones, las expresiones faciales y las microexpresiones.
Las emociones, las expresiones y la evolución
Las emociones determinan la calidad de nuestra vida. Tienen lugar en cada relación que establecemos, ya sea en nuestro trabajo, en una amistad, con nuestros familiares y con nuestra pareja. Pueden salvarnos la vida, pero también pueden causar un daño muy profundo y real. Pueden impulsarnos a actuar de una manera que nos parezca apropiada, pero también pueden incitarnos a cometer actos de los que nos arrepentiremos amargamente luego.
Las expresiones faciales son las reacciones, voluntarias o no, que nuestro rostro exhibe ante algún estímulo, como una emoción, una idea o un hecho que estemos observando.
Las expresiones faciales son las reacciones, voluntarias o no, que nuestro rostro exhibe ante algún estímulo, como una emoción, una idea o un hecho que estemos observando. Son uno de los componentes más importantes de lo que se denomina la comunicación no verbal, es decir, todos los mensajes y señales que emitimos a nuestro interlocutor que no están relacionados con el habla en sí mismo, sino con gestos, posturas y movimientos involuntarios.
El psicólogo norteamericano Paul Ekman fue uno de los pioneros en el estudio de la relación entre las expresiones faciales humanas y las emociones. Estableció una teoría que afirmaba que las expresiones faciales relacionadas con las emociones no tienen un origen cultual y que no son propias de un grupo o sociedad de individuos, sino que tienen un carácter marcadamente evolutivo y son universales, pues su origen es biológico, tal como planteaba la hipótesis de Charles Darwin.
Primeramente, Ekman identificó un grupo de emociones que él consideró comunes a todos los seres humanos, a saber: la ira, el asco, el miedo, la alegría, la tristeza y la sorpresa. Comprobó mediante estudios con un grupo tribal de Nueva Guinea que no había tenido contacto con el mundo civilizado previamente, que sus integrantes mostraban las mismas expresiones faciales frente a las emociones básicas anteriormente mencionadas, lo que le llevó a formular la teoría de que las emociones y su conexión con las expresiones, tienen un origen evolutivo y no cultural como algunos de sus colegas afirmaban.
Las microexpresiones, o lo que no podemos ocultar (casi) nunca
Los estudios e investigaciones del Dr. Ekman lo llevaron a interesarse en particular por lo que él llama microexpresiones, pequeños movimientos del rostro que revelan las emociones ocultas. Las microexpresiones son expresiones muy rápidas que pueden ser tan rápidas como una vigésimo quinta parte de un segundo, y menos del 1% de la población es capaz de detectarlas, a menos que reciba entrenamiento. La buena noticia, afirma Ekman, es que todo el mundo puede aprender a reconocerlas.
Las microexpresiones aparecen cuando las personas intentan ocultar sus sentimientos de ellos mismos (represión) o cuando deliberadamente tratan de ocultarlos de otras personas. Tanto en un caso como en el otro, la microexpresión será la misma para la misma emoción que la desencadena, y no es posible distinguir si la misma es un producto de la represión del individuo o un intento consciente de engañar u ocultar información a otras personas.
Las microexpresiones aparecen cuando las personas intentan ocultar sus sentimientos de ellos mismos (represión) o cuando deliberadamente tratan de ocultarlos de otras personas.
La principal diferencia entre las microexpresiones y las expresiones faciales normales, además de la duración, radica en el hecho de que las primeras son inconscientes y no pueden ocultarse casi nunca, y mucho menos sin un entrenamiento específico. Un individuo podrá, por ejemplo, sonreír educadamente mientras saluda a alguien que realmente no le agrada, pero difícilmente podrá evitar que su rostro refleje, aunque sea por una fracción de segundo, lo que realmente piensa y siente sobre esa persona. Y es que las microexpresiones ocurrirán incluso antes de que la parte consciente de nuestra mente se percate siquiera de la situación y pueda lanzar los mecanismos para ocultarlas.
Lo que hace que las microexpresiones sean tan interesantes para el estudio del comportamiento humano, sus reacciones frente a las emociones y, sobre todo, la interacción entre las personas, es que son totalmente involuntarias, y de un carácter evolutivo puro. Tanto es así, por ejemplo, que una persona que ha nacido ciega y jamás ha visto una cara de sorpresa, o miedo o asco, reproducirá exactamente los mismos movimientos y gestos faciales que alguien sin problemas de visión. Esta comprobación empírica enfatiza aún más los hallazgos del Dr. Ekman en su investigación con tribus de Nueva Guinea, y aporta una evidencia irrefutable sobre la idea de lo universales que son las microexpresiones. Identificarlas, comprenderlas y ser conscientes de cuándo están sucediendo, puede convertirse en una herramienta de incalculable valor no solamente para las personas particularmente interesadas en las relaciones interpersonales, como un ejecutivo, un vendedor o un maestro, sino que en realidad pueden ser la clave para que lleguemos a una comprensión mucho más profunda de lo que las demás personas realmente piensan y sienten, más allá de lo que nos digan.
Si entrenamos nuestra vista para detectarlas y somos capaces de ponerlas en un contexto apropiado, las microexpresiones se transformarán en una excelente fuente de información a la hora de relacionarnos con otras personas.
Aunque las microexpresiones no siempre indicarán de manera clara si alguien está mintiendo u ocultando algo, sí que pueden ser un claro indicador para el ojo entrenado de que algo no está bien, algo está fuera de lugar, o falta. La clave es leer e interpretar las microexpresiones dentro de un contexto apropiado, como puede ser lo que socialmente es aceptado en una situación en particular, o lo que para la persona estudiada es normal, a la hora de relacionarse con otros.
En resumen, si entrenamos nuestra vista para detectarlas, y somos capaces de ponerlas en un contexto apropiado, las microexpresiones se transformarán en una excelente fuente de información a la hora de relacionarnos con otras personas, lo cual nos permitirá potenciar nuestro entendimiento, encausar nuestras relaciones y establecer de manera satisfactoria una comunicación de calidad con otros.