La glucosa es el combustible para el cerebro y si sus bajan, pueden perjudicar la atención, la memoria y el aprendizaje. Te contamos todo lo que necesitas saber.
La glucosa como combustible
La glucosa es un tipo de azúcar presente en algunos alimentos, y el cuerpo puede convertir en glucosa, los carbohidratos digeribles presentes en dichos alimentos, que el torrente sanguíneo transporta hasta el cerebro y otros órganos para aportarles energía. El cuerpo regula los niveles de glucosa en sangre, lo que se conoce como homeóstasis de la glucosa. Un proceso denominado gluconeogénesis permite al cuerpo generar su propia glucosa a partir de los elementos básicos de las proteínas y las grasas. La glucosa se puede almacenar en el hígado y, en menor medida, en los músculos, en forma de glucógeno, que forma una reserva de energía que se puede movilizar rápidamente para satisfacer una necesidad repentina de glucosa (ejercicio físico), pero también cuando la ingesta de glucosa de los alimentos es insuficiente (durante el ayuno, por ejemplo), en cuyo caso el cuerpo puede obtener glucosa de sus depósitos de glucógeno. El glucógeno del hígado desaparece prácticamente entre 12 y 18 horas después de comer, durante el ayuno nocturno, por ejemplo, tras el cual el cuerpo depende en mayor medida de la energía extraída de las grasas.
Los requerimientos energéticos del cerebro
El cerebro humano está formado por una densa red de neuronas, o células nerviosas, que están constantemente activas, incluso mientras dormimos. Para obtener la energía necesaria para mantener esa actividad, el cerebro depende del suministro continuo de glucosa del torrente sanguíneo. En una dieta saludable, entre el 45 y el 60% de la energía total debería proceder de los carbohidratos1. Un adulto de peso normal requiere 200 g de glucosa al día, dos tercios de los cuales (unos 130 g) están específicamente destinados a cubrir los requerimientos de glucosa del cerebro.
El cerebro compite con el resto del cuerpo por la glucosa cuando su nivel desciende mucho, como al pasar hambre. Al controlar a la perfección su parte de glucosa bajo estas condiciones, el cerebro puede mantener su elevado nivel de actividad, lo que consigue por medio de dos mecanismos principales: primero, extrayendo la glucosa directamente de la sangre cuando sus células tienen poca energía y, segundo, limitando la cantidad de glucosa que recibirá el resto del cuerpo para que haya más para el cerebro. Estos mecanismos son esenciales para la supervivencia. Al contrario que los músculos (incluido el corazón y el hígado), el cerebro no se puede alimentar directamente de los ácidos grasos.
Conclusión
El cerebro es un órgano muy activo cuyo combustible es la glucosa, que procede directamente de los alimentos y bebidas con carbohidratos o es producida por el cuerpo a partir de fuentes sin carbohidratos. Para mantener una buena función cognitiva, especialmente a la hora de realizar tareas que exijan mucho a escala mental, es importante mantener un nivel de azúcar en sangre óptimo, lo que se consigue comiendo con regularidad y de forma saludable.
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